Génesis Segunda Temporada [Google Maps]


-          Ay, ay ¡Ouch! Maureen
-          ¡Traes casco, coderas y rodilleras!
Se quejó Maureen porque llevaba a Chiara en los diablitos de su bicicleta, ambas por ir tonteando mientras pensaban en el señor Dumarc, Maureen no se fijó que la reja ya estaba tan cerca que chocó contra ella. Chiara fue a parar directamente al suelo.
Se levantó de donde había caído, cerca del muro donde estaba colocada la cámara de seguridad que daba acceso y registro; en automático el mayordomo vio el rostro enrojecido de Chiara, la reconoció inmediato ya que ambas pasaban largas horas en la mansión Dumarc de visita y muchas de las cuales convivían con la servidumbre porque la señorita Dumarc a veces, casi siempre, ella no estaba lista por terminar de tomar su baño de burbujas rejuvenecedor.
El mayordomo tuvo la osadía de decir:
-          ¿Quién ser y qué querer?
En ese preciso instante, Maureen aún no terminaba de enderezar su bicicleta, cuando ya estaba de nuevo en el suelo retorciéndose de la risa.
-          Sí, Gordon, somos nosotras, ábrenos…
Decía Chiara con tono resignado. Las chicas pasaron por el sendero en ascenso que les llevaba hasta la puerta de entrada, donde las recibió Gordon que con una naturalidad y confianza se saludaron, se abrazaron, Gordon les palmeó la cabeza suavemente y las llenó de halagos. Esto desató la plática acostumbrada, como si fuera un tío que no veían hace años; haciendo las preguntas de rigor la escuela, la familia, los niños famosos, la reserva, los animalitos del bosque, el aire de las llantas de la bicicleta, cosas comunes, lo de siempre. Poco a poco su conversación se fue desviando hasta abarcar un amplio lapso de tiempo, lo notaron hasta que a Gordon lo empezaban a buscar por el audífono.
-          Sí, enterado. Voy para allá.
Dijo amablemente Gordon comunicándose con el cuerpo de seguridad y de inmediato alerto a las chicas de todo el tiempo que llevaban ahí parados los tres y por fin dijeron a que correspondía su visita, por supuesto les dijo que la señorita Dumarc efectivamente se encontraba en casa, que se sintieran con la libertad de pasar a buscarla y ya eran tan parte de la familia que podía accesar a la mansión.
-          Sí tienes razón, ya no te quitamos más el tiempo, conocemos el camino de memoria – dijo Maureen – supongo que está en su habitación porque siempre está ahí por fíjate que la última vez que venimos…
Y se volvieron a enfrascar en una conversación casi hilarante.
-          Sí, sí ya escuché, estoy caminando justo hacia allá. Bueno chicas las dejo seguir su camino.
Gordon se retiró, dejándoles paso libre para entrar a buscar a su amiga, evidentemente al primer lugar  al que se dirigieron fue a la habitación de Mia, con la sorpresa que reinaba una quietud imperiosa, ellas se extrañaron, mientras subían cuidadosamente cada uno de los escalones de mármol perfectamente pulidos y trataban de desviar la mirada de la imponente pintura que yacía colocada firmemente sobre la pared frontal del descanso de las escaleras que se abrían para dar paso a dos brazos más de conjuntos de escalones que daban accesos a las secciones sur y este de la mansión; la pintura consistía en un gran marco de tamaño natural donde estaban la matriarca de la dinastía Dumarc, sentada con la espalda perfectamente erguida, los hombros rectos, sus brazos posados sobre su regazo con la mano derecha sobre la izquierda, vestía un elegante vestido de brocado de color oro, el peinado clásico de su mejor época que debía estar tan rígidamente sujetados que rasgaba un poco la naturalidad de sus ojos haciendo que su mirada se viera aún más penetrante y furiosa de lo que realmente era, el pintor había logrado capturar toda la fuerza, energía y poder que emanaba, tan vívidamente como si estuviera ahí, como si su mirada pudiera atravesarte, la estética de la pintura podía aligerarse cuando veías el pie de la pintura donde estaban sentadas en el piso en una sencilla posición de mariposa las dos pequeñas y hermosas niñas rubias con sus románticos vestidos color crema y listones rosas. Las nietas de aquella mujer: Mia Giole y Dirce.
Una vez que superaban la cohibición y pudor que les provocaba la pintura, el camino a la habitación de Mia era más sencillo y ligero.
-          El día que me mude a esta casa voy a quitar esa fea pintura o por lo menos le voy a poner lentes a esa señora – dijo decididamente Maureen.
-          Primero derrumbó esta casa antes de que tú te mudes – Una tercera voz se coló, la contestación provenía de Dirce que bajaba las escaleras y había escuchado el comentario de Maureen.
-          Sí, sí, como quieras ¿Dónde está tu her… - su frase fue interrumpida por un codazo en las costillas por parte de Chiara – ¡Hermosa! ¡Hermosa Mia! – dijo ya sin aliento.
-          Búscala – respondió retadoramente, marcando más su desafiante comentario con una altiva ceja levantada.
Sin voltear a verlas un segundo más Dirce bajó las escaleras, Maureen no pudo evitar soltar una letanía impropia acerca del empacho de llamarlas por lo que eran, Chiara omitía todo aquello dejándola blasfemar a gusto, así de cualquier manera Chiara se sentía bien sabiendo que alguien más podía expresar los pensamientos llanos y herejes que su formación espiritual le impedía. Las chicas pronto llegaron a su destino: la habitación de Mia, al no ver a nadie ahí, sin tocar ni pudor alguno entraron al baño de la habitación donde no estaban las habituales burbujas ni Mia Dumarc.
Ambas se miraron expectantes tratando de adivinar dónde en toda aquella mansión podría estar Mia, salieron del cuarto, caminaban por el pasillo de regreso, Chiara muy decidida iba hacia las escaleras nuevamente cuando Maureen y sus impulsos desmedidos la jalaron del brazo, con una cara muy seria la vio a los ojos y le dijo:
-          Y ¿Si pasamos por un refrigerio primero?
-          Maureen – bufó Chiara – Cómo… ¡Cómo se te ocurre semejante idea! ¡En una casa como está! Estamos en mansión ajena, no puedes tomarte esas confiancitas, no es propio de una señorita educada, tienes que mostrar tus modales… los… los pocos que tengas Maureen – señaló inquisidoramente con su dedo la cara de Maureen, mientras que ella sólo hacia un gesto refunfuñante mientras movía la cabeza negativamente – No puedes estar queriendo darte la gran vida en una casa que no es tuya, no es propio, pareces estás mendigando; tus amigos esos mentados gemelos parece que si de por sí eres fácil tomando confianza han hecho que creas que puedes deambular por las mansiones ajenas a diestra y siniestra…
-          ¡Ay, ya, ya! Lo que digas, pero te apuesto que tú también te mueres de sed y quítate ya ese casquito que traes que te ves ridícula.
Ante aquello Chiara ya no tuvo con que volver a retar a Maureen y su quedó pasmada ante su última declaración, Maureen la volvió a jalar para meterse por una puerta mimetizada en la pared que daba acceso a los pasillos internos que utilizaba la servidumbre para desplazamientos más rápidos e invisibles entre los muros de la casa. Chiara estaba completamente sorprendida, nunca había visto algo así, pero más le sorprendía era lo bien que Maureen conocía la casa.
Pronto llegaron a la cocina, donde saludaron a todos ahí, la cocinera les preparo un sándwich a cada una, un vaso de jugo de naranja con fresa y antes de irse les dio en un vasito con fruta en almíbar bien picadita con un espiral de crema batida y así salieron nuevamente al recibidor para emprender su búsqueda por las burbujas que las llevaría hasta Mia.
Caminaban ellas con desenfado comiendo plácidamente su frutita picada, cuando vieron pasar a Doña Viveka, por supuesto Maureen no midió sus reacciones, ya entrados en confianza corrió con los brazos extendidos gritando efusivamente “¡Viveka!”; Chiara de inmediato pensó: “¡Qué atrevimiento!”. Ella consideraba que no era correcto hablarle así la mamá de una de sus amigas, en su propia casa y en su cara, lo correcto era llamarle Señora antes que nada y después por su apellido dado el renombre y peso de la familia “Señora de Dumarc” sonaría adecuado o “Señora Buckhardt de Dumarc” una cosa imperiosa del estilo…
-          Espera por partes como diría Jack el descuartizador y mi mamá ¿Hoy no era día Námaste? Y debíamos vestir de blanco, mírame blanco, vine de blanco Viveka – Maureen se señalaba sus ropas.
-          ¡Queridita! – eso para Chiara sonó como si la Señora de Dumarc estuviera hablando con alguna de sus amistades más que con la amiga de su hija – antes que todo sabes que no hay que caer en la rutina, fastidia y lo principal te salen arrugas – con la punta de su dedo índice y tan ligera como una pluma fue el toque que le propinó en la cien a Chiara, que se quedó estática – …por lo que he implementado los miércoles de ¡Yogalates!
-          Y eso… that’s mean… en Mancheresco… ¿Qué?
-          Es una nueva corriente sana-espiritual que encontré en mi viaje de fin de semana a California una fusión de energías entre yoga y pilates, mente y cuerpo sano – mientras Maureen picaba concentradamente su frutita Viveka se alebrestó – mira, te muestro…
Viveka de Dumarc tenía a las dos niñas, como ella aún las consideraba a pesar de que llevaban más de dos años en el caso de Maureen y casi cinco de conocer a Chiara, en pleno recibidor practicando posiciones básicas de los famosos Yogalates y lo mejor era que las chicas practicaban sus pocas habilidades en el arte sin soltar respectivamente su vaso de frutita picada.
-          Bien, flexiona más… gira… conéctate con tu Yo del más acá… siente la energía fluir por tu campo de energía…
Y cosas similares fue lo que Viveka de Dumarc pronunció a lo largo de quince minutos.
-          Muy bien nenas, yo veo ya que tienen madera para empezar en esto de inmediato, deberán agendar los miércoles a las 16 horas sus clases de Yogalates, además sé que el profesor… un cubano musculoso que es el experto en la materia ahora es residente con nosotros en la sección de todos personal de servicio…
“Cubano musculoso” rebotó en las miradas de ambas chicas cuando se voltearon a ver y Viveka de Dumarc no miraba por hacer alarde de sus expresiones manuales características y en ellas se atoraba una risa.
-          Muy bien, nenas hermosas yo me retiro, debo pasar al sauna a desintoxicar el alma – Viveka de Dumarc giró sobre su eje y dio un paso elegante – sigan pasándola bien. Besito, Chao.
-          ¡No, no, no! Viveka espera – la detuvo Maureen – así, nada más de pura casualidad ¿No sabrás dónde está Mia?
-          ¡Ay esa Mia Giole! ¡Esa adorable Mia Giole! – enunció con tanto amor pero a la vez con un tono desesperado - ¡Yo no sé qué tiene en la cabeza! ¿No les avisó que ahora toma clases de tenis por las tardes? Que, la verdad dudo que lo haga por placer, lo que es seguro es, que lo esté haciendo sólo porque el entrenador le ha de gustar, ¡Cómo si no conociera a mi Mia Giole! Pero déjame te la localizo en este mismo instante.
Viveka de Dumarc enseguida tomó su móvil y liberó la llamada para Mia; donde se ubicaba ella el ama de llaves escuchó sonar el teléfono y rápidamente lo alzó.
-          Niña Mia, me permite molestar sus actividades – aquella mujer inclinó la cabeza en reverencia – su teléfono móvil está sonando.
-          ¡Gracias Amanda! – Mia observó el display y contestó - ¡Halo! Dime mami.
-          ¡Mia Giole! ¡Mia Giole!
-          Mami, mami
-          Nena, tus amigas están aquí, qué clase de anfitriona eres cariño, por qué citas a tus amigas en horarios en los cuales estás coqueteando… digo ocupada.
-          ¡Ah! ¡Qué! No, yo no fui. ¿Quién vino?
-          Está la pequeña Chiara y Maureen.
-          ¡Oh ya veo! Bien diles que vengan a la cancha de tenis mami.
-          De acuerdo – con un ligero toque de su dedo con la pantalla de su móvil Viveka terminó la llamada y miró de nuevo a las chicas – Ella está en la cancha de tenis, encantos me despido o ese sauna será más aburrido que un cementerio sin mí, besito, ¡Chao!
-          ¡No, no, no! Viveka – volvió a rezongar Maureen – y ¿Dónde está la cancha de tenis?
-          Pasillo de la derecha, das vuelta en la biblioteca, en la estancia y bajas las escaleras para pasar el despacho de mi Esposo y abres las puertas de cristal y bajas a la terraza que da vista al mar, cruzas la piscina por el lado este y cruzas el umbral de arcos para que no tengas que cruzar por las regaderas y lockers.
Y sin más se dio media vuelta, habiendo dado tres pasos bruscamente se giró hacia las chicas que seguían procesando alguna de las tantas vueltas que debían dar y fueron embestidas con otro comentario.
-          ¡Ah! Linda, quítate ese casquito ridículo.
Las chicas siguieron las instrucciones al pie de la letra hasta el pasillo a la derecha, eso era sencillo, sólo había un pasillo a la derecha.
-          ¿Dijo que me metiera nadando a la biblioteca o que me bañara en el despacho de su Esposo? – comenzó Maureen a recitar incoherencias – o ¿que bajará las puertas de cristal y subiera los umbrales en arco? ¿Chiara…? ¿Chiara… me estás haciendo caso?
-          Sí… no, no dijo que nadáramos Maureen.
-          ¡Ay que bueno! Porque vengo vestida de blanco y haría muchos improperios ¡no, no, no! Tengo que guardar tu recato y pudor en algún lugar.
-          ¡Cállate y camina!
Chiara refunfuñó y comenzó a liderear el camino, habríamos que ser sinceros, Maureen no tenía buena memoria y Chiara iba muy concentrada en no perderse en aquel inmenso lugar y una vez que lograron llegar hasta las puertas de cristal que daban a la tan mencionada terraza con vista al mar, la brisa cálida les indicó que estaban en el lugar correcto. Ahí de pie debían bajar unos escalones de granito y hasta donde les alcanzaba la vista lo único que veían era la inmensa piscina que seguramente colindaba con el mar y Chiara aún no terminaba de sacar su malestar y la bomba explotó.
-          ¡Cómo es posible! – se indignó Chiara mientras que Maureen la miraba con cara de asombro y desconcierto pues entre ver a Chiara desbordar furia y que en alguna parte de la piscina se levantó un gran chorro de agua tan alto que Maureen sintió que en cualquier momento las mojaría– Cómo es posible que en tu propia casa tengas que llamarle a tu hija por teléfono móvil, qué clase de familia vive aquí.
Maureen exhaló profundo, dejó caer los brazos, cerró los ojos con pasividad y entonó:
-          A ver Chiara Borst Kuznetsor, no has visto la dimensión que tiene esta mansión ¡En Google maps!
Maureen vio la expresión pasmada de Chiara, cualquiera lo haría por aquella súbita sorpresa de la piscina, no le tomó mayor importancia y siguió caminando escaleras abajo, aunque en realidad no lo logró a penas y pudo dar un sólo paso y cayó en cuenta, tanto, que ella también tuvo que sorber su propia saliva. Maureen tomó delicadamente la servilleta que acompañaba su vaso de frutita y la pasó por las comisuras de su boca terminando con una sincera expresión: ¡Ay!
El motivo de tal alarde de hormonas femeninas juveniles fue: El señor y amo de la casa, Don Cort Dumarc terminaba de hacer su rutina de ejercicios al aire libre ¡sin playera! Su torso desnudo perfectamente trabajado estaba ligeramente cubierto por una capa de sudor, brillaba seximente a los rayos del sol dejando a cualquiera con la boca abierta por aquella aparente (y probablemente cierto) suave piel broncínea, pero no bastaba con aquel derroche de magnanimidad que el buen señor Dumarc osó por portar aquella tarde las bermudas negras al ras del infinito cardiaco que cualquier chica de 17 años podría soportar y los bóxers sobresalían tanto como los latidos de cada una.
Y por si eso no fuera poco, acarició suavemente su rubia cabellera a ras de su cabeza como si quisiera entrelazar sus dedos en su corto cabello dejando a las dos chicas sin aliento, siendo sólo capaces de observarlo anonadadas, que quedaron muy quietas en el mismo lugar donde estaban con la boca abierta, sin que ellas lo notarán.
Cort Dumarc se acercó animosamente a ellas para saludarlas y colocó a cada una a un costado suyo, rodeándolas con sus fuertes y trabajados brazos mientras les recitaba un cálido:
-          Hola chicas qué las trae por aquí – mientras las apretaba suavemente contra él – seguramente están aquí por Mia.
-          Sí toda suya ¡No! Sí… no… quiero decir no ¿Qué? – trató de hilar una frase coherente Maureen pero sus hormonas no la dejaban.
-          Vamos las acompañó, la vi que iba a la cancha de tenis.
Y así abrazadas las escoltó hasta la cancha de tenis, era una suerte que aún las tuviera abrazadas y bien sujetas, porque las piernas de Chiara y Maureen se había convertido en gelatina literalmente, aún tenía que pasar una pequeña sección de escalones que Chiara había olvidado por completo y por ir mirando a su dios griego personal casi se cae al tropezarse con sus propios pies, esto les trajó que Cort las sujetara a ambas  con más fuerza. De algún modo Maureen agradeció en vez de maldecir su acción.
-          Chicas fue un  placer,  esta es su casa, cuando quieran son bienvenidas. Deberían venir más seguido – se despidió el Señor Dumarc, soltándolas abruptamente, tanto que ellas sintieron que el piso desapareció bajo sus pies.
-          Los miércoles a la misma hora – recitó Chiara en un tono de ensueño.
El Señor Dumarc que ya se había alejado unos pasos, se giró sobre si mismo dedicándoles una de sus sonrisas más encantadoras al tiempo que un destello de rayo de sol se reflejaba en la marfileña sonrisa, dejándolas deslumbradas. Tanto que dentro del espacio vital que ambas compartían comenzó a llover ligeramente e incluso era una llovizna cálida. Maureen salió del trance amoroso que le despertaba el Señor Dumarc con un desconcierto de sentir y asegurar que el agua sólo en la parte donde ellas se encontraban. El mágico momento para Chiara lo destrozó una pelota que volaba muy cerca de ahí con toda la intención de despertarla de su sueño, la excepción a la regla la dio Mia seguía teniendo muy mala puntería, por lo que la pelota aterrizó de lleno en el omoplato derecho de su papá.
-          ¡Mia! – soltó con un gruñido, pesadez y dolor.
-          ¡Sorry, sorry papi! No era para ti…
-          ¿Cuánto dices que llevas en estás clases?
-          …treinta y cinco minutos y contando… - miró el reloj que llevaba en su muñeca que tanto hacia juego con su outfit.
-          Definitivamente tienes que seguir practicando nena – se giró y llevó su mano izquierda a dónde había recibido el golpe – o dejarlo definitivamente - musitó en un tono muy  bajo, que sólo las chicas que aún estaban cerca de él alcanzaron a escuchar.
Al parecer Cort Dumarc no era el único que sufría las consecuencias del entrenamiento de Mia, ella se acomodaba para practicar nuevamente su saque y la mueca de miedo del profesor fue inconfundible ¿Cuántas veces habría sido victima ya de los golpes mal logrados que servía Mia? Antes de pegarle a la pelota se distrajo viendo hacia donde estaban sus amigas.
-          ¡Hey chicas! ¿Quieren unirse a la práctica?
El maestro, que ya las había visto desde que bajan las escaleras a trompicones del abrazo del Señor Dumarc, temió por su integridad física. Pensó que si una era capaz de hacer atrocidades con una raqueta y una pelota, qué sería de que esas tres chiquillas si tuvieran una raqueta cada una. Tanto que las imaginó como unas cavernicolitas dándose de golpes las unas contra las otras.
-          ¡No! – fue un gritó involuntario del entrenador - ¿Por qué no damos terminada por hoy la práctica? Ve con tus amigas, continuaremos el viernes. ¡Anda!
Mia Giole se encogió de hombros “De acuerdo” recitó y se fue corriendo con sus amigas.
-          ¿Desde cuándo juegas tenis? – preguntaba Chiara, incrédula de ver a su amiga practicando. 
-          Desde hoy – dijo muy firme.
-          ¿Por qué? – inquirió Chiara.
-          Ya viste la ropa que hay que usar ¡Me encanta! Y ¡Ya viste a  mi entrenador!
Empezaba Amanda a recoger las cosas de la práctica de su niña Mia, para dejar todo en orden, mientras las chicas caminaban hacia las regaderas, para enjuagarse el esfuerzo de jugar tenis, elegantemente se metió al pequeño cuarto de ducha, el vapor ya empezaba a llenarlo todo impregnado de su característico olor a fresa.
Allí no había servidumbre con quien las chicas pudieran platicar, entretenerse para hacer la espera menos larga, Maureen sentada en una de las barras para colocar cosas bajó los pies meciéndolos de adelante hacia atrás una y otra vez, Chiara estaba sentada en una posición de mariposa moviendo la cabeza de un lado a otro en una de las bancas, mientras Maureen mejor colgó la cabeza para contar los 144 focos que ya tenía perfectamente contados, pero que igual empezó otra vez.
-          ¿Qué vamos a hacer hoy? – les preguntó Mia desde la ducha.
-          ¡Ah sí! – reaccionó Maureen – me dijo mi hermano, bueno no, en realidad me dijo Bill que le dijo Tom que estaban nominados para los premios “Viva” en chorrocientas mil categorías y tienen que dar un súper discurso de felicidad porque ganaron o algo así y no quieren estar solos en el backstage, la premiación y mucho menos el afterparty y me dijo Bill que te dijera que estás cordialmente invitada.
-          ¡Qué emoción! ¡Claro que quiero ir! – se escuchó a Mia chapotear en el agua de felicidad – ¿Cuándo es la premiación? Claro, para organizar mi agenda.
-          Hoy por la noche – aclaro con simpleza Maureen mientras que Chiara ahogaba una risa.
-          ¡Quéeeeee! No puede ser ¿A qué hora?
-          Tenemos que estar ahí a las seis o creo que Hagen me dijo que pasaba por nosotras, no lo recuerdo… es confuso en este momento ahora que lo cuestionas.
-          ¡Ay por Dios! ¡Ay por Dios! No nos va a dar tiempo ¿Se van a ir vestidas así?
-          Estás loca faltan como seis horas, yo aún voy a pasar a mi casa a darme un baño y cambiarme.
-          Las locas son ustedes – Mia salía completamente empapada sólo envuelta en una toalla que sujetaba con las manos al frente - ¡Vamos, vamos! – las llevaba a empujones a cada una a una de las regaderas respectivamente, abría las llaves para dejar salir el agua caliente.
-          ¿Qué haces? – le preguntaba Chiara.
-          Se darán un baño y nos arreglaremos aquí en mi casa, no hay tiempo que perder…
-          No, Mia yo tengo que regresar a Yoroslav, le dije a mi mamá que volvería pronto.
-          Le llamaremos después, además un baño no ha matado a nadie y ahorraremos mucho tiempo si se bañan aquí que si vuelven hasta su casa.
Mientras, Maureen ya se quitaba los tenis y buscaba con la mirada una de las toallas de baño para envolverse con ella abriendo y cerrando las puertas que estaban detrás de la barra donde se había sentado.
-          Maureen ¿Qué haces? – exclamó con locura Chiara.
-          Me pongo la bata, no querrás que ande desnuda antes de meterme a bañar; con eso de que eres re bien impudica ¡Qué tal que me ves y te enamoras de mí! – alzó su rostro con seguridad y llena de petulancia.
-          ¡Maureen! – gritó Chiara.
-          ¡Chiara! – le gritó Maureen.
-          ¡Las dos! a las regaderas – terminó gritando Mia.
Pese a los alegatos de Chiara las tres se estaban duchando. Mia salió antes que las chicas y se apresuró a tomar su celular para llamar a Edward mientras que las chicas terminaban. Ambos llevaban varios días muy buenos, contentos y enamorados sin ninguna pelea de por medio, era de esos momentos en los que la hacían querer pasar cada momento con él, así que ni dudó en invitarlo al evento de los chicos, pero de ante mano Edward sabía que en un evento de ese tipo Mia podría estar con todos menos con él, sus amigos no lo toleraban y para que ir a un lugar donde terminaría solo así mismo colocó en la balanza que no podía echar a perder la buena racha con su novia y después de todo aceptó, esto puso eufórica a Mia.
Las chicas salieron envueltas en las batas de baño y toallas enrolladas en la cabeza y se echaron a correr por toda la mansión, hasta llegar a la habitación de Mia; por más discreción que intentaran tener, toda la servidumbre no podía evitar voltear a ver a esas tres niñas en bata de baño corriendo por la casa y reir; al llegar a la habitación casi chocan de frente con Viveka de Dumarc.
-          ¡Nena,  nena! Fíjate casi chocas contra mí ¡Una princesa no corre! Camina con elegancia – recitó con toda paciencia Vivieka de Dumarc.
-          ¡Mamá los premios Viva son hoy!
-          ¡No puede ser, los premios! ¿Qué vas a usar? – las tres chicas fueron empujadas por Vivieka a la habitación de Mia directamente hasta el armario – ¿Estás nominada, cariño? ¿De qué son los premios, encanto?
-          No mamá, son premios de música de Bill y los chicos de la banda están nominados.
-          Y ¿Así se van a ir? – respingó Viveka de Dumarc.
-          Ese el problema mamá, no tenemos nada que ponernos – justo en ese momento Viveka abría el clóset mientras su boca formaba una “o” de preocupación.
-          Igual no pasa nada si nos vamos en bata, podríamos imponer moda o algo del estilo – dijo Maureen mientras hacia nuditos los amarres de la bata.
-          No entremos en pánico – ignoró Vivieka de Dumarc la osadía de Maureeen y comenzó a divagar en sus recuerdos – ¿Qué tal ese vestido Channel que te dio tu abuela para tu cumpleaños? No lo has  estrenado y para Maureen y Chiara encontraremos algo también – terminó con desdén.
Maureen y Chiara se veían una y otra vez sin saber qué decir o cómo detenerlas, veían como salían volando vestidos y prendas que Mia o Viveka aventaban, de vez en cuando alguna de ellas se  acercaba para sobreponerles alguna prenda, hacer que se midieran otra, hacían combinaciones, les pedían que giraran para que les modelara como les amoldaban las prendas. 
Viveka era la más feliz de las  cuatro, parecía que estaba vistiendo a tres muñecas, les colgaba bolsos y alguna pashmina, collares, pendientes, pulseras, después pasó a los abrigos y chalinas para que se cubrieran un poco el frio, por fin había encontrado el atuendo perfecto para cada una, Maureen y Chiara quedaron tranquilas, aquel  ir y venir de  las Dumarc jugando con ellas se había terminado.
-          Mami pero ¿Con qué zapatos? – se le ocurrió rematar a Mia.
Y el desfile empezó de nuevo.
Después de casi una hora de estar metidas en el armario eligieron los vestidos que usaría cada una para Maureen un lindo y fresco vestido azul de flores de cuello halter con una cinta en la cintura, le quedaba bien sólo sufría por lo corto que le quedaba pues ya de por sí era corto para Mia pero Maureen era más alta que su amiga y el vestido la hacia ver tremendamente sexy e infantil. Chiara portaba un sobrio vestido negro con tirantes gruesos de transparencias, con algunos holanes de la misma tela, este vestido era el más grande que tenia Giole sin embargo Viveka y Mia tuvieron que ejercer un poco de presión sobre el ziper y le cerró con duras penas cuando le exigieron no respirar al subir el cierre. Mia se engalanó en un vestido tipo corsé con estampado ondulado y tres pliegues a  la cintura en un tono perla que resaltó su cabellera dorada.
Una vez seleccionados los atuendos se dejaron sobre la cama para que la servidumbre si hiciera cargo de lavarlos y tenerlos perfectamente pulcros al momento que las chicas terminaran su sesión en el apartado especial que tenía la mansión Dumarc para consentir a las mujeres de esa familia, un mini spa  con sauna, masajes y  faciales al que Viveka de Dumarc las llevó directamente.
Chiara iba aterrada por todo aquello, ya de por sí sentía que abusaba de la confianza de esa familia al ir deambulando por los pasillos secretos, comiendo la comida y ahora esto, trató de hacer cálculos y deliberó: ¿Le cobrarían todos aquellos servicios? ¿Cuánto cobrarían? Dudaba bastante que los precios se asemejaran a los que pagaba en Yoroslav y aquel vestido seguro era de una de esas marcas carísimas que sólo veía en las revistas y aún faltaba: ¡la tintorería! para cuando lo tuviera que devolver.
Empezaron en el sauna, después un masaje en la espalda y al final un riquísimo facial, mientras les arreglaban las uñas a las tres tanto de pies como de manos, mientras las atendían, le entró una llamada a Maureen, era su hermano que ya estaba histérico esperándola en la casa; se hacía tarde y tenían que estar en los premios a las seis.
-          ¿Dónde estás? – todos escucharon el grito de Hagen por el teléfono mientras con exageración Maureen lo alejaba de su rostro.
-          En Beverly Hills 90210.
-          ¿Qué?
-          Bueno en el Beverly Hills de Mancher, si lo quieres mejor plantado en ubicación.
-          ¡Maureen! – gritó Hagen, tanto que sus compañeros de banda también lo miraron extrañado.
-          Estoy en casa de Mia.
-          Moo, nos tenemos que arreglar, van a pasar por nosotros en una hora. Tú tenías que haber estado aquí para cuando llegara Clarissa.
-          ¡Clarissa! – se incorporó abruptamente del cómodo reposet recordando tal responsabilidad – ¿Sigue viva?
-          Sí Moo y no gracias a ti.
La conversación telefónica fue relativamente corta y sólo para dar indicaciones de cómo sería la manera en que las tres chicas se reunirían con la banda, la cual no fue muy del agrado de Viveka de Dumarc y de inmediato hizo llamar al servicio para que estuviera lista una de las limusinas de la familia mientras los estilistas personales peinaban y maquillaban.
La última batalla por terminar dentro de la mansión se suscitó segundos antes de abordar la limusina, teníamos a una asustada Chiara sosteniéndose con fuerza a uno de los hombros de Maureen y de Mia.
-          Dios mío – dijo agitada – en donde aprendiste a domar estas cosas Mia.
-          Camina Chiara, no te va a pasar nada – renegó Maureen al sentir casi lívidamente encajándose las uñas de su amiga en su pálida piel – me van a salir moretones, van a demandar a mi padres y me mandaran a vivir lo que queda de mis 17 años al Orfanato…
-          ¡Maureen cállate! – manoteó Mia en la cara de la quejosa chica, se detuvo en seco y se colocó de frente a Chiara tomándola de ambas manos. Exhaló – bien, antes que nada respira y deja de temblar. Tomaremos un curso intensivo de tacones de aquí a la entrada de la limusina…
-          ¡Bah! En diez pasos no lo logrará…
-          ¡Que te calles Maureen! – exigió de nuevo Mia, mientras que Chiara contenía exitosamente el temblor de sus piernas – de acuerdo – dijo para sí misma – un paso a la vez y en línea recta, sin doblar las rodillas; prefiero mil veces que camines con las piernas como robot a que parezca que hallas perdido un caballo. Apoyas el tacón y posas la fuerza en el metatarso.
Diez pasos bastaron para que Chiara lograra no perfectamente caminar hasta la limusina pero sí llegar con vida a ella.
Una camioneta negra llegó a un entronque justo al mismo tiempo en que la limusina se detenía dejando a los cuatro chicos con la quijada dislocada.
-          ¡No es justo! – se quejó un incrédulo Tom – David, David nosotros estamos viajando en una Van apretujados mientras que ellas… ¡Ellas! Que son las invitadas coladas van en una limusina…
-          ¡Sí, no es justo! – alegó a su vez Bill. Jost, el joven manager de igual manera no concebía esa rara idea.
-          A ver tú inútil – zarandeó Tom a su compañero – Hagen dile a tu hermana que se baje de ahí.
-          No le voy a decir eso – se bufó el chico de la desesperación de Tom.
-          Bueno… entonces tú, Bill, dile a tu amiga la bailarina que nos deje subir a su limusina…
Tom rogó y tanta fue su desesperación que a Bill no le quedó más que liberar la llamada telefónica para que el intercambio se realizara, poco a poco los cuatro chicos y su manager fueron descendiendo de la camioneta para subir a la limusina Dumarc…
-          Gracias Mia – recitó Bill siendo el penúltimo en subir y saludándola con un agradable beso en la mejilla.
-          A ver – se escuchó la voz de Tom aún afuera del automóvil, petulante y arrogante – quítate de ahí, mueve tu tutú para otro lado que la estrella va a subir…
-          ¡Viktor, acelera! – gritó Mia ante la majadería de Tom.   
La entrada triunfal como Tom creyó que se la merecía y tal vez en parte sí pero colgándose de la atinada presencia de Mia. Los flashes de las cámaras se dispararon uno tras otro captando al grupo del momento y más nominado de la noche, eso tan sólo fue una pequeñísima parte del tiempo a invertir en aquella noche, el Staff encargado separó a la banda de sus invitadas que siguieron dentro de la limusina hasta un estacionamiento que de igual manera daba acceso a la sección de camerinos por la cual la banda entró minutos después. Las chicas deambulaban por el amplio pasillo y más que deambular Mia intentaba seguir con sus clases de tacones con Chiara.
Los chicos fueron llegando uno a uno con la sorpresa de verlas de pie lucir los bellos vestidos, estaba de más recalcar que Tom se había quedado petrificado al ver a Maureen muy lejana a la pose desenfadada que siempre portaba y más sin en cambio se movía con delicadeza y precaución, sus ya de por sí largas piernas estaban casi al descubierto…
-          ¡Qué bonita mi her…, qué bonita la Moo! – dijo Hagen al verla – seguro ese disfraz no fue elección tuya.
-          ¡Ja! No, fue la mamá de Mia ¿Está lindo no?
-          ¿Lindo? – interrumpió Clarissa – Lindo es ver como se le está cayendo la baba al tarado de Tom.
Y Tom se volvió el centro de atención por su peculiar forma de mirar a Maureen.
Entre la multitud de gente que se hallaba en aquel lugar era muy fácil aburrirse personas desconocidas iban y venían por los pasillos. Hagen comenzó de deambular y claro está siempre con una persona de seguridad detrás de él. A pocos meses de la salida del sencillo de la banda, la libertad de lo chicos se había vuelto mermada y aunque el backstage de los premios Viva era un lugar seguro, no estaba de más. La caminata de Hagen lo llevó hasta casi la puerta de acceso sin él saberlo, ahí se topó con una grata sorpresa del otro lado del enrejado.
Era Edward Rotmensen.
El chico del otro lado estaba completamente enfrascado con la pantalla de su teléfono celular que no se percató hasta que el personal de seguridad hizo su advertencia en voz alta.
-          Georg, vámonos. Esta no es un área para que deambules.
-          ¿Georg? – alzo la vista Rotmensen al escuchar la mención.
-          Sí y me preguntaba que haces aquí…
-          ¡Ah bueno! Verás, Giole me invitó a tu evento pero mi celular al parecer ya no tiene crédito.
-          Georg, vámonos – volvió a repetir el hombre de seguridad.
-          Ellos vienen con nosotros – respondió Hagen – ¿Hay manera de conseguir accesos? – el hombre exhaló con fastidio y le tendió un gafete. Quedaba sobre entendido que si era personal de seguridad vendría muy bien equipado. Hagen se lo tendió y en automático el personal de la fornida reja de cilindros le abrió las puertas.
-          ¡Hey! Georg, bueno… sólo que hay aquí una cuestión – Hagen lo miró preocupado – no vengo solo…
Los chicos regresaron al camerino donde los habían asignado y en teoría de ahí no debían moverse hasta que se les hiciera el primer llamado para la primera prueba de sonido o ya sea que se les llamara o los entrevistadores tuvieran acceso a los camerinos para hacerles entrevistas. Desde luego Hagen se ganó una reprimenda de parte de su manager en cuanto lo vio llegar todo despreocupado por el pasillo.
-          Ya, Jost, no pasó nada. Sólo fui a dar una caminata por ahí, además mi amigo tenía problemas con el acceso, estaba ahí afuera abandonado por culpa de Mia.
-          ¿Que yo qué? – dijo Mia que miraba muy atenta a como se movía la nada frente a ella.
-          Que según tú invitaste a mi amigo de la escuela de música y su novia…
Todos los chicos salieron poco a poco de su limbo personal para voltear y mirar con duda a Hagen y quiénes eran las dos personas detrás de él mientras que Mia ya había enfocado la mirada en Edward, con su cuerpo inclinado lista para salir y correr a sus brazos y hasta reclamarle por su tardanza. Al mismo tiempo el cuerpo de la segunda persona se hizo completamente visible a los ojos de todos.
Era Dorothy Kösen.
Como reacción en cadena, desata por la más afectada, Mia, que su corazón y cerebro se desconectaron del resto de su cuerpo para asimilar sensaciones completamente diferentes; su mente no concebía que aquella chica de cabello negro estuviera de frente a ella aunque con el rostro tímido su actitud no lo parecía tanto; su corazón se hizo un pedazo de hielo que en cualquier momento y al menor toque se rompería en mil pedazos difíciles de volver a colocar en su lugar.
La cadena prosiguió hasta alcanzar a Bill, Maureen y Tom consecutivamente y así como si fuera una de las tan ensayadas coreografías que Mia solía llevar a cabo, los tres chicos se irguieron con el mismo y exacto movimiento de pies, brazos y gestos para colocarse frente a Mia que no hacía nada, ni parpadear, moverse, mucho menos respirar.
-          ¿Cómo que su novia? – dijeron con suma sincronía los tres chicos ahora a la defensiva mientras que Tom miraba a la supuesta novia con desdén, Bill miraba con recelo a Edward y Maureen con incredulidad a su propio hermano por las palabras que había soltado.
-          ¿No…? Yo creí… pensé que… yo, los vi y… ay, ¡Yo no sé! – alegó con las manos en alto por el meollo en el que se hallaba sin él saberlo.
-          ¿Cómo que su novia? – gritó Tom para Dorothy que no hacía más que esbozar una macabra sonrisa. Seguido de Bill que habló para Edward.
-          Pero ¡Cómo te atreves a pararte aquí con ella! ¿qué no piensas?
-          Y tú – finalizó Maureen para su hermano – a estas alturas todavía dudas quién se supone que es novio de quién. No eres más estúpido porque no puedes – su última frase aunque seguía mirando a su hermano, claramente no era para él.
Mia postrada en la silla en la misma posición de salida no era capaz de asimilar todo lo que pasaba a su alrededor y parecía que todo lo que sus amigos recitaban por separado era todo un solo dialogo que ella hubiese querido gritarle en la cara para derrumbar aquella sonrisa que Dorothy no dejaba de enmarcar con satisfacción.
Sin percatarse los tres chicos que desempañaban buen papel de guardianes, Mia se levantó de su silla con el sigilo de una pantera a punto de atacar.
-          Cómo que ella es tu novia…
Dejando a un lado sus miedos, con toda seguridad logró decir Mia.
-          ¡Ay vamos! Harás un drama por esto…
-          A ella no le hables así – salió a su defensa Tom a voz de grito mientras que todos estaban a la expectativa de lo que sí o no era verdad.
-          Aún no lo desmientes Edward – enunció Mia esperando que las palabras certeras de Edward comenzaran a salir y todos ahí pudieran entrar en razón de lo que en verdad acontecía.
-          Tú no te metas – dijo Edward haciendo por completo caso omiso a Mia. Tom por su parte estuvo a punto de avanzar un paso más hacía él, pero la súbita y oportuna mano de Gustav detrás de él lo detuvo por el hombro y Bill le lanzaba una mirada de advertencia; no era el lugar, ni el momento. Tom lo comprendió.
-          ¿Edward…? – volvió a repetir Mia con la esperanza colgando de lo más alto de un edificio de 100 pisos.
-          ¡Qué! – pronunció Edward dos octavas más altas y bruscas de lo que en realidad el quiso. Pero lo hecho, hecho estaba. Mia se sobresaltó conteniendo la respiración a sabiendas que de él no iba a recibir nada más y sentía el vértigo de caer en picada contra la dura realidad.
-          Si no te ha quedado claro con mi hermano, que te quede claro por mí – enunció con fuerza Bill, que a pesar de que era bastantes centímetros más bajo que Edward no por eso menos seguro que él – mientras que Mia esté con nosotros siempre tendrá quiera o no quien la defienda y no nos vamos a inmutar en decirte que tu novia tiene la cualidad de moral distraída tanto para andar pasándose por tal en un lugar que no le corresponde.
Bill prosiguió a señalar con el dedo índice a Dorothy, lo cual a Edward le colmó la poca paciencia que tenía con respecto a ese par de chiquillos.
-          Vaya – enunció lentamente Edward – ya que no puedo hablar claramente contigo Giole y en vez de eso me lanzas a este par – dejó de mirar a Bill y cambió su mirada con la de Giole – y además yo tengo que ser el que de explicaciones ante tu grupito de niños de modo que si ustedes no soportan a mi acompañante no tengo nada que hacer aquí.
Edward tomó por la cintura a Dorothy que en una mueca triunfante miró el semblante derrotado de Mia, él la giró ofendido por el desplante de aquellos niños y que Mia no saliera a la defensa de ambos como compañeros de academia que son. Preocupado Rotmensen miró el rostro de Dorothy que ahora hipócritamente mostraba un semblante de dolor y más que ofensa.
Bill, Maureen y Tom se sentían abatidos ante semejante golpe de indignación de ese par. No tenían el valor de mirar hacia tras para cruzar mirada con la de Mia…